"Y cuando Dédalo, con toda su sabiduría e inteligencia, ufano de su gloriosa ciencia,
vio bajar el sol, descubrió su sombra, negra, aciaga, creciente, voluptuosa, y
entonces entendió que él también estaba allí."

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sábado, 10 de agosto de 2013

LA PRESENTACIÓN DE NARCISO



A través de la fresca brisa del atardecer lanzaba al banco de enfrente esa dulce mirada que refleja todo un sentimiento de plenitud. Su cuerpo se relajaba, su corazón anhelaba el soplo alegre de una cálida conversación, su mente necesitaba desembarazarse de sus graves pensamientos, de la tenacidad de su soledad. Y sin embargo, fue el apetito de su pasión, impreciso pero valiente, lo que lo arrojó a una descarada presentación de su persona.
Y más allá de la reciprocidad de las palabras, el aire se enfriaba y las horas buscaban unas salida por el horizonte conspicuo. Hasta que por fin sus manos se entrelazaron. La oscuridad se cernió sobre los cuerpos, el olor de las magnolias revoloteó sobre ellos y sus almas desaparecieron para dar paso al deseo.
Horas más tarde, cuando la luna alcanzaba su zénit, ya le había invadido el sentimiento de haber saciado su amor y haber olvidado su soledad. Entonces se levantó y se marchó. Pero al punto cayó en la cuenta de haber dejado olvidado algo y se volvió rápidamente, casi en carrera. Al llegar, una joven de pelo rizado y largo, de ojos oscuros y un vestido de flores, fumaba con la cabeza altiva. Cruzaba sus piernas y apoyaba sus brazos en el espaldar del banco. Al verlo, volvió la mirada hacia él, contemplándolo en su liviano caminar. “Perdona, ¿y el hombre que estaba aquí hace un minuto?”, dijo él. La chica lo miró sorprendida: “No entiendo”. “Un hombre de pelo cano y gafas gruesas, de mediana estatura y camisa azul”, precipitaba él las palabras. “El único hombre que estuvo aquí en toda la tarde eres tú”, dijo ella.   

jueves, 1 de agosto de 2013

QUIJOTES



Quijotes, esos honorables caballeros que tanto leer novelas, tratados y otros libros de fantaseada realidad y mundos utópicos, y que sin un contacto con la servidumbre humana, ni con la miseria de campesinos y otros laboriosos obreros, que no es poca en los tiempos que corren, liberan su imaginación en el mundo real, en que bellacos ni alimañas entienden nada de palabras, y en que el duro trago de vida que día a día hay que tomar poco entiende de honores, dignidades ni fruslerías de caballeros de la filosofía.
Quijotes, buenos, honrados, pero ingenuos. Acabada la lectura, quizá se den de bruces, o sufran estrépitos contra molinos inexorables de brazos que el viento retuerce, sin avisos ni comedimientos, porque no son los hombres amigos de arrancar quimeras de cabezas ajenas, y más bien sí de arrancar sus despojos.
Y ansí como el mundo se ordena según reyes, emperadores y las guerras que estos empeñan, nuestros señores, quijotes de ancho llano, apagan sus tormentos con libelos contra todos aquellos que al rey acechan, la justicia quiebran o la belleza manchan; y harto más contra aquestos que ni siquiera llegan al rango de lacayos y romper la lanza quieren, y la adarga si falta hiciere, contra la mayor de las injusticias, como ellos llaman, que es haber rey o emperador que gobierne según su regio arbitrio a todos los de su condición.
Y por mucho que el buen mozo escudero, mozo de buen vivir, le haga notar su descalabro, este donjuán de mucho honrar, pero también de pleitear, no deja de hallar querellas y soñar quimeras donde alguna aventura se le figura. Y ansí, al avasallar con historias que su recuerdo evoca, o con retóricas justicias o con mundos de todoscontentos, a los que por el mundo vagan, tirando con mucho pesar, alguna desgana y poco gozo, no hace más que cargarse de golpes, de desdenes, y por doquier sonsacar las risas de aquellos que ven el pan donde pan hay y nada donde fantasmas le llaman.
De manera que este nuestro caballero, andante y perseverante, de la filosofía descorrida por el agua del tiempo, y de los rituales cabalísticos que no entienden de cosa que manche, aprenderá con el tiempo, con el perdón de los contendientes y con los garrotes de los cortos de mecha, que la vida no fue hecha para los libros sino los libros para la vida. Y con esto ningún mal hacemos en dar un consejo a todos los quijotes de hoy que afrentan al mundo con sus desquicios, que es que respiren más de aquello que por el campo yace y menos del aire que las letras envenenan, a menos que de aquí salga un veneno que por sí, sin mediar risas ni agravios impopulares, haga justicia, traiga dignidad y buenas comidas.

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