Locos de contento porque la
madre existe, porque está ahí desayunándose las ganas de matar a alguno de esos
que no le han dejado dormir, mientras luego prepara los desayunos y los coloca ceremoniosa
en las mochilas alineadas para la batalla.
Locos de alegría porque la
mamá existe, porque los llamó a una hora en que ellos querían estar durmiendo,
cuando después gentilmente ellos lloran ante un vestuario no consensuado, hasta
exasperar los nervios apenas despiertos de la mamá preparada ya de antemano.
Locos de placer porque la
mamá duerme, porque es el momento en que bajo la suave sábana ellos meten sus
cuerpecitos entre los intersticios de su cuerpo blandito y rellenan todos los
espacios hasta formar una bola compacta e indivisible donde los latidos forman
una música deliciosa que se inmiscuye en los sueños arteros.
Locos de gozo porque la mamá
está allí a la hora imprevista, a la hora inesperada, a la hora fatídica, a la
hora precisa, para consolar el olvido del bocadillo, el olvido del lapicero, el
extravío de la cola de la cometa, o algún indicio de una enfermedad perentoria.
Locos de júbilo porque la
mamá sonríe antes de destapar la bandeja del almuerzo, porque la mamá tiene
oídos para un no-me-gusta, para todos los no-quiero-garbanzos, y para algún
no-tengo-hambre, y se enfada con la cara monótona del amor incomprendido, y a
veces grita para no ser escuchada y se enoja para no ser consolada por los
demonios del descontento.
Locos de regocijo porque la
mamá ha tenido la idea de ir a la fiesta de los niños, y antes de haber marcado
la hora del comienzo, ellos fueron a rastras porque no quisieron el peine, ni
el zapato de puntera, y porque el vestido rosa estaba aún en la lavadora.
Locos de ensueño porque la
mamá dijo basta, porque aquel día ella se sentó en el sofá y dijo
hoy-no-cuenten-conmigo, y ellos se rieron y la besaron en la mejilla colorada
del sopor del anuncio, para comprobar, cosquilleando sus costados y haciendo
muecas omnímodas de descreídos, que ella finalmente se ríe y los besa y se
levanta y juega con ellos un día más que es como un año en sus vidas elásticas
pero confortables.
Y entonces la mamá entiende
que ellos, de verdad, sí que están locos.
Ala!! A los lagrimones en pleno domingo!!! Hermoso, emocionante y reflexivo. Si es que te ha salido redondo, puñetero! Abrazo de madre, de los que estrujan las costillas y se rematan con un "Abrigáte, que está fresco"
ResponderEliminar