"Y cuando Dédalo, con toda su sabiduría e inteligencia, ufano de su gloriosa ciencia,
vio bajar el sol, descubrió su sombra, negra, aciaga, creciente, voluptuosa, y
entonces entendió que él también estaba allí."

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martes, 19 de noviembre de 2013

UNA MERA ILUSIÓN

Cuando estaba a su lado, él se refugiaba cándidamente en el silencio, pues pensaba que las palabras no significaban nada para ellos, entre ellos: un incordio para el amor, para el afecto, para el tacto o para la mirada. Pero acaeció lo que él nunca pudo imaginar: llegó el invierno y, de pronto, todo se desvaneció como una densa niebla que ve salir al sol y huye airada y temerosa. Y allí atrás quedaron su imagen, su olor, su humedad reconfortante y sus lenguas silenciosas eternamente dispuestas a rellenarse mutuamente los oídos con dulces zalemas, pertrechos infalibles para el amor. Y como si hubiera sido víctima de un castigo inmerecido, aquella ausencia comenzó a despertar las palabras de su pecho con ira, con un furor multiplicado, corroído por la visión de su pasado inexplicable, de un silencio culpable y abstruso.  Desde entonces, tarde tras tarde, la misma ausencia mordaz acude a verle con gran solemnidad, para mostrarle el camino de vuelta atrás: un papel, una pluma, y horas y horas trazando versos, escribiendo dramas, cartas de amor y fatales esperanzas, sin saber que esas palabras son una mera ilusión, la ilusión de una vuelta atrás por un camino infinito que jamás recuerda por donde ha pasado, pero que finge una espera, un retorno, una redención, y el prurito de ser aún el gobernador de una lejana cordura. 

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