Quijotes, esos honorables caballeros que tanto leer novelas, tratados y otros libros de fantaseada realidad y mundos
utópicos, y que sin un contacto con la servidumbre humana, ni con la miseria de
campesinos y otros laboriosos obreros, que no es poca en los tiempos que
corren, liberan su imaginación en el mundo real, en que bellacos ni alimañas
entienden nada de palabras, y en que el duro trago de vida que día a día hay
que tomar poco entiende de honores, dignidades ni fruslerías de caballeros de
la filosofía.
Quijotes, buenos, honrados, pero
ingenuos. Acabada la lectura, quizá se den de bruces, o sufran estrépitos
contra molinos inexorables de brazos que el viento retuerce, sin avisos ni
comedimientos, porque no son los hombres amigos de arrancar quimeras de cabezas
ajenas, y más bien sí de arrancar sus despojos.
Y ansí como el mundo se ordena
según reyes, emperadores y las guerras que estos empeñan, nuestros señores,
quijotes de ancho llano, apagan sus tormentos con libelos contra todos aquellos
que al rey acechan, la justicia quiebran o la belleza manchan; y harto más
contra aquestos que ni siquiera llegan al rango de lacayos y romper la lanza
quieren, y la adarga si falta hiciere, contra la mayor de las injusticias, como
ellos llaman, que es haber rey o emperador que gobierne según su regio arbitrio
a todos los de su condición.
Y por mucho que el buen mozo
escudero, mozo de buen vivir, le haga notar su descalabro, este donjuán de
mucho honrar, pero también de pleitear, no deja de hallar querellas y soñar
quimeras donde alguna aventura se le figura. Y ansí, al avasallar con historias
que su recuerdo evoca, o con retóricas justicias o con mundos de
todoscontentos, a los que por el mundo vagan, tirando con mucho pesar, alguna
desgana y poco gozo, no hace más que cargarse de golpes, de desdenes, y por
doquier sonsacar las risas de aquellos que ven el pan donde pan hay y nada
donde fantasmas le llaman.
De manera que este nuestro
caballero, andante y perseverante, de la filosofía descorrida por el agua del
tiempo, y de los rituales cabalísticos que no entienden de cosa que manche,
aprenderá con el tiempo, con el perdón de los contendientes y con los garrotes
de los cortos de mecha, que la vida no fue hecha para los libros sino los
libros para la vida. Y con esto ningún mal hacemos en dar un consejo a todos
los quijotes de hoy que afrentan al mundo con sus desquicios, que es que
respiren más de aquello que por el campo yace y menos del aire que las letras
envenenan, a menos que de aquí salga un veneno que por sí, sin mediar risas ni
agravios impopulares, haga justicia, traiga dignidad y buenas comidas.
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