"Y cuando Dédalo, con toda su sabiduría e inteligencia, ufano de su gloriosa ciencia,
vio bajar el sol, descubrió su sombra, negra, aciaga, creciente, voluptuosa, y
entonces entendió que él también estaba allí."

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jueves, 1 de agosto de 2013

QUIJOTES



Quijotes, esos honorables caballeros que tanto leer novelas, tratados y otros libros de fantaseada realidad y mundos utópicos, y que sin un contacto con la servidumbre humana, ni con la miseria de campesinos y otros laboriosos obreros, que no es poca en los tiempos que corren, liberan su imaginación en el mundo real, en que bellacos ni alimañas entienden nada de palabras, y en que el duro trago de vida que día a día hay que tomar poco entiende de honores, dignidades ni fruslerías de caballeros de la filosofía.
Quijotes, buenos, honrados, pero ingenuos. Acabada la lectura, quizá se den de bruces, o sufran estrépitos contra molinos inexorables de brazos que el viento retuerce, sin avisos ni comedimientos, porque no son los hombres amigos de arrancar quimeras de cabezas ajenas, y más bien sí de arrancar sus despojos.
Y ansí como el mundo se ordena según reyes, emperadores y las guerras que estos empeñan, nuestros señores, quijotes de ancho llano, apagan sus tormentos con libelos contra todos aquellos que al rey acechan, la justicia quiebran o la belleza manchan; y harto más contra aquestos que ni siquiera llegan al rango de lacayos y romper la lanza quieren, y la adarga si falta hiciere, contra la mayor de las injusticias, como ellos llaman, que es haber rey o emperador que gobierne según su regio arbitrio a todos los de su condición.
Y por mucho que el buen mozo escudero, mozo de buen vivir, le haga notar su descalabro, este donjuán de mucho honrar, pero también de pleitear, no deja de hallar querellas y soñar quimeras donde alguna aventura se le figura. Y ansí, al avasallar con historias que su recuerdo evoca, o con retóricas justicias o con mundos de todoscontentos, a los que por el mundo vagan, tirando con mucho pesar, alguna desgana y poco gozo, no hace más que cargarse de golpes, de desdenes, y por doquier sonsacar las risas de aquellos que ven el pan donde pan hay y nada donde fantasmas le llaman.
De manera que este nuestro caballero, andante y perseverante, de la filosofía descorrida por el agua del tiempo, y de los rituales cabalísticos que no entienden de cosa que manche, aprenderá con el tiempo, con el perdón de los contendientes y con los garrotes de los cortos de mecha, que la vida no fue hecha para los libros sino los libros para la vida. Y con esto ningún mal hacemos en dar un consejo a todos los quijotes de hoy que afrentan al mundo con sus desquicios, que es que respiren más de aquello que por el campo yace y menos del aire que las letras envenenan, a menos que de aquí salga un veneno que por sí, sin mediar risas ni agravios impopulares, haga justicia, traiga dignidad y buenas comidas.

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