"Y cuando Dédalo, con toda su sabiduría e inteligencia, ufano de su gloriosa ciencia,
vio bajar el sol, descubrió su sombra, negra, aciaga, creciente, voluptuosa, y
entonces entendió que él también estaba allí."

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martes, 7 de febrero de 2012

EL DIABLO DE LA IZQUIERDA

José Antonio Nisa

Aparece el diablo sobre el hombro de la protagonista, irónicamente vestido de rojo, con su sempiterna risa sardónica en el rostro, y comienza también hoy su perorata, aprovechando un oportuno momento de aflicción.
Susurra al oído.
Oye, ¿no crees que ha llegado ya el momento de abandonar? Llevas veinte años afiliado a tu partido. Durante esos años has visto y vivido muchas contradicciones entre lo que se piensa y lo que se hace, entre el discurso oficial y los comentarios en ámbitos privados, entre la teoría y la praxis.
Durante ese tiempo has visto a muchos líderes pasar por los púlpitos, muchos de ellos no han tocado cetro, pero la mayoría viven hoy retirados cómodamente después de abjurar de sus principios revolucionarios.
Hoy el capitalismo domina el mundo, tú vives mejor que la mayoría de los desgraciados de este planeta. Trabajas diez horas diarias pero tienes casa, vestido, y tus hijos se sobrealimentan y van a la escuela. ¿Crees que aún puedes mejorar?
Tú siempre dices que aspiras a otro mundo mejor, a que nadie muera de hambre, a que no haya guerras, a que el hombre no sea explotado por el hombre. Pero no avancemos tanto. Analicemos esto.
¿No has percibido aún la mentalidad conservadora del trabajador occidental? ¿Por qué crees, si no, que la mayoría de los trabajadores no vota hoy día a la izquierda? Escúchalos, y verás qué cosas dicen de la gente de izquierdas. Cuando la izquierda ataca a las empresas, ellos defienden a su patrón, que es quien los mantiene. El patrón es su amo, su señor, y a él deben todo lo que tienen. Por eso no quieren oír ni hablar de esas ideas revolucionarias de expropiación, nacionalización, o simplemente, de aumentar los costes laborales. El obrero sabe que nada de eso hoy es serio.
En el fondo tú sabes que en este mundo de puertas abiertas para los capitales las empresas pueden cerrar y marcharse a otros lugares donde los obreros y los estados sean más permisivos.
Así pues, cuando la izquierda, en nombre del Estado, se inmiscuye en la relación entre el obrero y el patrón o aumenta los impuestos a los capitales, no está sino señalando el camino al patíbulo para todo el sistema económico. Además, ya los patronos se encargan de recordarlo: “Cuidado con la izquierda”.
Tú eres un revolucionario que exhorta al proletariado a la sublevación, a hacerse con los medios de producción, pero el proletariado ya no escucha, los obreros no ven razones para mancharse las manos de sangre. Y saben que después de estos amos vendrán otros amos, que les harán trabajar igual o más, si cabe, esta vez para levantar no ya la empresa sino el Estado o cualquier otro monstruo que se inventen los nuevos advenedizos. ¿Qué beneficios inmediatos y palpables ofrece la revolución al proletariado? ¿Se reducirán las horas de trabajo a la mitad con el mismo salario? ¿Podrán gozar plenamente todos los obreros de los bienes y lujos que disfrutan hoy los ricos burgueses? ¿Se podrá extender todo esto a los obreros del mundo? Piénsalo por un momento y descubrirás que los niveles de consumo, lujo y derroche actuales no se pueden mantener para todos los ciudadanos del mundo ni un solo día. Y mucho menos ¡ja!  reduciendo la jornada laboral.
Por tanto la solución pasa por pedirle al obrero que se prive de consumir y gastar. Y éste se preguntará quiénes son los que entonces disfrutarán de los yates de lujo, de los vuelos en avioneta y de las suites de hotel. Ya se lo imaginan, ya.
Eres un revolucionario de papel. No sabes lo que dices. No sabes lo que estás pidiendo a los conformados obreros de tu país.
Pero también dices que quieres que no haya guerras. Quieres que ningún país domine a otro, que cada uno sea dueño de sus recursos naturales y los reparta equitativamente. Suena muy bien pero... vamos a ver si nos enteramos.  Imagínate que las multinacionales que compran en aquellos países la materia prima a precios irrisorios, que fabrican en esos países con unos costes nimios, empleando a niños a cambio de casi nada,  y que nos traen la mercancía acá para nuestro consumo a precios asequibles para nuestras frágiles economías, imagínate, digo, que estas multinacionales pagaran el valor justo por la mercancía a los países de origen a fin de dignificar la vida de sus habitantes, entonces ¿qué ocurriría? Pues simplemente nuestras economías familiares no podrían adquirir todas esas bagatelas que compramos hoy en los supercienes, y los productos básicos para nuestra cómoda vida serían inalcanzables. ¿Te das cuenta del desastre? Si es muy fácil de ver. ¿Qué le pides entonces al obrero?
Y las guerras...¿no sabes que todas las guerras no son sino la forma que tienen los países ricos de sojuzgar a los pobres para disponer de sus riquezas naturales y humanas? Esto ha sido así desde el origen de los tiempos. En realidad es lo que nosotros pedimos. ¿A qué viene ahora quejarse de que si bombardean a mujeres y niños?
Te tienes que dar cuenta ya de que el hombre ha demostrado a lo largo de la historia que su mayor enemigo es el propio hombre. Aquella idea de la unión de todos los hombres del universo en una vida en paz, en felicidad y mejorando continuamente la especie humana ha sido ya superada por la experiencia humana y por la historia.
¿Cómo dices? ¿Que sientes pena al ver la injusticia a tu alrededor? ¿Que no puedes admitir que los poderosos engañen a los pobres? ¿Que no puedes soportar la corrupción de los gobernantes, ni los tratos de favor a los ricos? ¿Que no entiendes cómo se puede explotar tan vilmente a los inmigrantes? ¿Que no quieres que el planeta se destruya? Ah, ¿tampoco ves bien la trata de blancas? Con que es superior a tus fuerzas ¿no?
¡Pero bueno! ¿Es que te quieres suicidar? No te amas lo suficiente. ¡Esa es la educación que te han dado! Seguramente tu madre te quiso demasiado. Y así has salido: demasiado humano.
Bueno, me voy. Veo que no tienes remedio.

Escupe y se esfuma.
Al cabo de un rato aparece el ángel de la guarda. Alicaído se posa en el hombro derecho. Destrozado por los resultados electorales comienza su lamento.

El mundo no es justo: con todo lo que hemos luchado por todos ellos, ahora vienen y nos desprecian. Hemos confiado tanto en la justicia divina que... ahora... sólo nos queda encomendarnos al diablo.



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