I. SECRETO
Aquella noche de luna llena, alguien acompañaba
al príncipe en su aposento. Los guardias habían fingido no ver a la joven plebeya
entrar en palacio. Pero una de las doncellas aguzó el oído y oyó risas de mujer
y suspiros de amor. El nombre y la
pureza de la casa real acababan de ser mancillados. Como todas las noches,
aquella doncella acudió al aposento del monarca. Y rió bajo las sábanas,
sabiendo de su secreto.
II. ENVIDIA
La prometida acudió a la fiesta más bella que
nunca, y encandiló a toda la corte: sus labios acorazonados, ardientes,
lascivos, sus ojos acuosos, felinos, sus curvas voluptuosas, sus pies delicados,
sus muslos divinos.
Pero aquella tarde, la doncella fue consumida
por la envidia, y difundió el rumor por toda corte. El rey fue enterado
entonces de la procedencia plebeya de la princesa y dictó el veto de aquel matrimonio.
III. AMBICIÓN
El sol asomaba escasamente por el horizonte. Desde
la huerta, la madre la reconoció en lontananza y salió a su encuentro. La joven
se abalanzó sobre ella, y sus lágrimas comenzaron a humedecerle el vestido.
Entonces la madre inquirió una respuesta. Y ella se lo aclaró todo. De pronto,
la madre se desprendió del abrazo y se giró hacia la casa con el rostro duro,
visiblemente enojada. “Esta vez, no”, se dijo.
IV. INCESTO
Ante el rey, la madre se soltó el pelo: “¿Me
reconoces ahora?” El rey quedó turbado, sin respuesta, anclado en el recuerdo
que le había sido iluminado de repente. Luego reaccionó, se acercó lentamente a
ella, la contempló con ojos extasiados y le tocó suavemente el hermoso rostro
que aún conservaba. La mujer habló de su hija, del amor, del matrimonio. Pero
él, extasiado con aquella presencia, ya no escuchaba nada, pues acababa de decidir
reparar todo su pasado.
Aquella misma noche, se anunció la boda, y la
doncella desapareció para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario