Entre la esclavitud y la libertad, qué decir. Desde que
tengo uso de razón he huido de esa sensación ominosa de sentirme esclavo.
Porque yo creo que toda relación entre hombres, sea de la índole que sea, crea
un dominador y un dominado, un señor y un esclavo. Si no, míralo ahí en las
relaciones laborales, en las relaciones familiares,… todos luchan por huir de
la condición de vencido, de la condición de esclavo. Pues el esclavo sirve al
señor porque sabe que la vida, su capacidad y las circunstancias lo han
determinado así: ha de postrarse ante el ser superior, sin condiciones. De modo
que, como pueden imaginar, yo ya me he liberado de todas las cadenas, soy
libre, LIBRE. Y mi conciencia, mi voluntad y mi “libre albedrío” deciden
conjunta y libremente a quién he de obedecer. Unas veces elijo a uno, otras me
elijo a otro, e incluso hay veces que, por muy raro que parezca, obedezco a
varios a la vez. Obedecer, obedecer, sin ataduras, sin sometimientos. Ah, qué
grande cosa es esta de la libertad.
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