Hay
cosas que nunca cambian, como el placer de estar sentado a la luz de la Tierra,
mientras tomamos una copa de vino juguetón que a veces se derrama en el
firmamento por inercia de su propia ingravidez, o como el bochorno de esos días
de sol en que bajo la sombrilla jugamos una divertida partida de ajedrez y nos
reímos de los peones voladores que nos hacen pensar en las batallas que sabemos
que ocurren en aquel planeta siniestro de locos.
Sí,
hay cosas que nunca cambian, como es el sentimiento de inquietud al leer una
novela de terror mientras contemplamos cómo el cuchillo aún no ha alcanzado su
reposo total después de haber cortado las hogazas de pan importado de la Tierra;
o esos maravillosos sonidos que llegan desde el fondo de aquel agujero oscuro
en el suelo, noche tras noche, como si desde las entrañas de este solitario
planeta alguien nos gritara para decirnos que no estamos solos.
Hay
cosas que nunca cambian, como ese duende que todas las noches me aborda los
sueños más dulces para decirme que estamos equivocados y que posiblemente todo
haya sido un error del tiempo, o de aquella gran convicción, nada infundada por
supuesto, sobre la que hemos hecho nuestro gran viaje. Ese es el duende de
siempre, él tampoco ha cambiado, y cuando me despierto, siempre lo despido con
la misma frase con la cual se marcha quizá ofendido, y así le digo que, diga lo
que diga, nadie nos quitará este horrible privilegio de ser de otro planeta.
¡Qué estupendo "artículo de fe", querido e inolvidable amigo J. Antonio. ¡Cómo me eleva la moral este, jeje, "atentado" contra la inmensa derrota de quienes se horrorizan frente "al horrible privilegio de ser de otro planeta" ¿Será ese odio constante de nuestras sociedades humanas frente a cualquier idea subversiva de alguno de los "extraterrestres" que vivimos sin violencias hipócritas, sin abusos de fuerza, sin filosofías miserables, y con la dulce blandura -proveniente quizás de esas maravillosos mundos lejanos que aportan a nuestra mente el bagaje de una fantasía que cree en una igualdad humana que debería imperar, a todos los niveles, y no impera- que enriquece "la fraternidad". Chi lo sa? Yo también veo a ese duende que aborda los sueños noche tras noche... y por supuesto, creo cómo tú, que ¡no estamos solos! ¡Te envío un brindis, pues, amigo, sentado a la luz de la Tierra, que para mí es hoy mi isla, y este trocito de un poema -más largo, pero te lo recorto en 3 estrofas- que escribí hace unos días, contemplando esas estrellas o, como tú dices, "esos maravillosos sonidos que llegan desde el fondo de aquel agujero oscuro..."------
ResponderEliminar****************************************************
... ¿Será porque las ansiedades viven de una conspiración organizada por lo que nunca mueren los arrebatos?... Y es ahí, en esa muda fiesta, reverenciado mundo de ecos íntimos, donde vuelvo a cobrar más ímpetu. Y a lo ignorado llamo vida infinita, y en el filo de los límites me abrazo a todos los acentos.
*
Cada tiempo posee su grito, y cada uno trae a cuestas su misterio. Y aunque no sé con quien habré de encontrarme, quiero seguir sintiendo la tierra con su canto ardiente, y que las ideas me turben, secundando decisiones que nunca inquietan al sumiso... Y pese a que pueda tratarse de un capricho absurdo, apoyo la cabeza en una mano, y sigo fascinado por ese vasto mar que suscita, de la poesía, el idealismo, y de la palabra sensitiva, su prodigalidad.
*
¿Será porque sigo buscando un reino de nuevas profecías, de tentadores santuarios y noches aventureras, por lo que vuelvo a hermanarme con lo desconocido?... Y es ahí donde existe mi otra orilla, en la que nacen los sueños. Y sus latidos remotos, entre los que no tienen sitio los dioses humanos, sino una magia inocente de seductora divinidad.
*****************************
¡Un abrazo grande y veraniego desde mi lejano y tan próximo Jónico y sus verdes aguas! -Stavros