La obra nace como una bocanada. Entonces va tomando formas y va entrando en algunos, y en otros sólo roza. En unos terceros, algo más especiales, deja una semilla, qué bonito. En todo su recorrido infinito por el tiempo la obra rodea al mundo, va y viene, se enfría y se calienta, se expande y se contrae. La obra es una preciosa bocanada, aspirada de vez en cuando al pasar. Pero entonces llega el crítico y la fotografía, y dice “así es la obra”, sin darse cuenta de que en ese preciso momento acaba de decretar la muerte de la misma obra y sin hallar en derredor a nadie que le haga observar que no es esa la naturaleza de la obra, la de estar para que los demás contemplen su decoro.
Resolución a tener en cuenta: la obra nace para vivir; la crítica existe para decorar.
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