"Y cuando Dédalo, con toda su sabiduría e inteligencia, ufano de su gloriosa ciencia,
vio bajar el sol, descubrió su sombra, negra, aciaga, creciente, voluptuosa, y
entonces entendió que él también estaba allí."

Índice


martes, 24 de enero de 2012

PRELUDIO DE LOS DÍAS PERFECTOS

José Antonio Nisa
Aquellos chicos se retorcían como gusanos. Sólo querían culminar su crisálida, y volver a nacer mariposa. Volar, volar. La incomprensión de su naturaleza los hundía en una desierta melancolía. Entonces aprendieron a amar la música.
El diablo dio sus primeros avisos. Algunas chicas se guarreaban en el tocador. Querían volar alto, pero sólo para caer en el vacío: un concepto de altura.
Voces aquí y allá. El universo era todo una voz. Fue así como llegaron a hacerse la idea del mundo. Vagaron calles, rondaron los mitos de la muerte, para saberse vivos. Hasta descubrir la noche, y robarla. Otra forma de vida.
Día a día, hora a hora, saltando de tren en tren, buscando el origen de todo, buscando el origen de la música. En un tugurio cavernario alguien se movía al ritmo del fuego. Nuevos amigos, nuevos oropeles. Algunos locos caían por los barrancos. Hay quien nace una y otra vez con un instintivo impulso al suicidio.
Y luego los días de entretanto, como gatos en la noche, a veces capturaban algo de valor.  Mil horas malgastadas, para luego siempre de nuevo lo mismo. Las imágenes pululaban sobre sus cabezas, y en los oídos siempre una banda sonora. Haciendo el ganso llegaron a lo más alto y a lo más intenso: los viernes del amor, el ridículo vampiro de los ojos rosas. Imágenes destiladas por el alcohol.
De repente llegó el frío. Cómo. Demasiado tarde para recomponer todo lo pasado. Dios. Entonces tomaron aliento y emprendieron el largo camino hacia el hombre feliz. Algunos quedaron anclados en aquel puerto: la infelicidad del recuerdo. Y esperaron y esperaron: la misma calle, el mismo portal, el mismo coche iniciático, el mismo bar, las mismas borracheras... pero todo fue una trampa para los sentidos. El barco ya había partido.
El último día de otoño se apagaron las ilusiones y empezaron a odiar la estúpida realidad. Idealizaron todo lo pasado. Agachando la cabeza, comenzaron a  vagar sin rumbo, hacia ningún lado.
Y entonces, comenzaron los días perfectos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vistas de página en total