"Y cuando Dédalo, con toda su sabiduría e inteligencia, ufano de su gloriosa ciencia,
vio bajar el sol, descubrió su sombra, negra, aciaga, creciente, voluptuosa, y
entonces entendió que él también estaba allí."

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domingo, 28 de agosto de 2011

El soldado servil

José Antonio Nisa

Un soldado en medio de la batalla quedó inerme delante de las tropas enemigas. Diez soldados le apuntaban con su rifle. Uno de ellos se le acercó y le golpeó la cara. Una vez caído en el suelo le dijo “Ahora que estás solo y sin arma, no necesito matarte.” El soldado, con el pelo en la cara, ocultándole parte de la sangre que le brotaba de la frente, dijo: “Gracias, señor”. El soldado enemigo le volvió a golpear con la culata del fusil en la cabeza, pero a pesar de la turbación causada por el golpe, el soldado sintió gratitud por que no lo mataran. Volvió a decir, suplicante: “No me mate, señor, yo le podré servir de ayuda”. El sargento sacó su pistola de mano y de un arrebato, sin pensarlo dos veces, le hundió dos balas en el pecho. Contempló el cadáver yacente durante diez segundos de silencio y quietud. Luego volvió sobre sus pasos mascullando entre dientes “Maldito. Si me hubiera dicho otra cosa: que un amor, unos hijos, una madre... Pero no, ¡quería servirme! ¡Imbécil!” Al encontrarse junto a los suyos de nuevo, uno de ellos, el más joven de todos le dijo: “Bien, mi sargento. Esto es la guerra.”

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