"Y cuando Dédalo, con toda su sabiduría e inteligencia, ufano de su gloriosa ciencia,
vio bajar el sol, descubrió su sombra, negra, aciaga, creciente, voluptuosa, y
entonces entendió que él también estaba allí."

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lunes, 22 de agosto de 2011

LAICISMO, ATEÍSMO Y OTRAS MEZCLAS

Aún no me he repuesto del estado de absoluta perplejidad en que me dejaron los acontecimientos que rodearon a la visita del papa. Tanto de un lado como de otro se atendió a un maniqueísmo obsceno: ateos, librepensadores y laicos, contra beatos. Una batalla estúpida con la infame policía antidisturbios de por medio, la connivencia del gobierno civil y la desfachatez de los políticos extremistas que echaron leña al fuego con subterfugios de otras épocas. Pero lo que ocurre siempre es esto: se olvida la esencia, se pisotean las ideas, se enarbolan las banderas y, a partir de ahí, a las barricadas. Digan lo que digan, por mucha reunión o asamblea, por mucha buena intención de muchos, por mucha utopía, siempre chocamos con lo mismo: con la ignorancia, con la visceralidad, con la ira descontrolada, con la falta de educación. Si todos los esfuerzos se dedicaran a educar, a hacer leer y comprender, a dilucidar, no se habrían dado los pasos tan penosos que han acabado por mancillar el buen talante y la credibilidad que los medios le estaban otorgando al movimiento 15M. Desde que todo el barullo se extendió y salpicó a todos los colectivos que se congregaban en torno al movimiento rebelde, desde aquel momento en que los laicos se confundieron con los ateos, y los ateos con los colectivos de gays, y estos se asentaron en Sol y los de Sol dijeron que ellos no se posicionaban y la policía llegó dando mamporrazos por doquier y llamando rojos a todos más los periodistas que seguían la marcha, mientras los neonazis flanqueaban tranquilamente a los felices jovencitos en un marasmo perpetuo ante la imagen divina de su Santidad Ratzinger, desde entonces todo explosionó hasta el punto de producir múltiples deserciones de irse y no volver de aquel entramado caótico.
Pero a lo que iba: No entiendo cómo se puede tergiversar tanto una idea tan simple como es el laicismo. El laicismo no tiene absolutamente nada que ver con el ateísmo ni el anticlericalismo. El laicismo es contrario a todo sectarismo y, por supuesto, no atenta contra las convicciones personales de nadie.
Muchas veces se ha esgrimido la idea de que España es un país aconfesional. Y efectivamente, en nuestra Constitución no se declara en ningún momento que el Estado asuma confesión religiosa alguna como oficial. Desde ese momento el Estado es aconfesional. Sin embargo, ¿qué es el laicismo? En primer lugar, el laicismo entiende que el acto religioso es un acto que queda en el ámbito de lo privado, de lo personal; entiende que la religión como fenómeno de masas, al tratarse de dogmas de fe, de sentimientos personales, y al encontrarse tan diversificada en multitud de confesiones u otras interpretaciones metafísicas, no debe intervenir en las instituciones públicas. ¿Por qué? La respuesta es muy sencilla: Las decisiones políticas, las actividades administrativas o las actividades educativas pertenecientes al Estado se han de regir por los hechos objetivos, por una justicia humana y no divina, y por una ética civil ajena a todo adoctrinamiento religioso. ¿Cómo se puede introducir la fe ultraterrena en las decisiones de un gobierno? Estaríamos reproduciendo lo que ocurre en los denostados estados islamistas. El laicismo parte de esa idea tan básica para la convivencia en paz de todos los ciudadanos como es que las creencias y la fe no deben condicionar las relaciones humanas y perturbar la paz social con sus fanatismos.
Por supuesto, un laicista no se opone a que haya ateos, o cristianos, o católicos o cualquier tipo de personas convencidas de sus credos. El laicista sólo quiere cambiar el estado de las cosas en España, a saber, que las instituciones estatales dejen de estar impregnadas de cualquier credo religioso. En particular, en nuestro país, la Iglesia Católica se encuentra sostenida con dinero fundamentalmente público, procedente de las arcas estatales. Según informó Europa Laica casi diez mil millones de euros van a parar a esta institución religiosa, de los cuales casi la mitad proceden de la financiación a escuelas de ideario católico. En la misma información nos dice que la visita del papa nos puede costar sobre unos sesenta millones de euros, cantidad poco significativa en relación a la financiación global de la Iglesia. Estos datos son a todas luces lo que puede alarmar a un laicista, y lo que, de seguro, que lo puede hacer salir a la calle.
Pero el asunto español excede toda pretensión de racionalidad. Al otro lado podemos constatar hechos aún demasiado graves para que la población se quede callada: el que la Conferencia Episcopal Española tenga a su disposición un medio de comunicación tan potente como es la Cadena COPE (otra herencia del franquismo), desde la que emite ruedas de prensa criticando como les viene en gana las distintas políticas de los gobiernos, de izquierda por regla general, y que esta misma emisora sea el altavoz para la convocatoria de manifestaciones en contra de las políticas de los mismos gobiernos de izquierdas que los alimentan, cuando quiere y porque quiere, y que desde ese púlpito predique doctrinas neoliberales y nacionalcatólicas con nombre y apellidos; el hecho de que las escuelas públicas sigan siendo al día de hoy otro medio de comunicación con el que la Iglesia hace proselitismo, por no decir otras obscenidades, cuando las clases de religión se convierten a la larga en clases de política contra los matrimonios homosexuales, contra los métodos anticonceptivos, contra el aborto y contra Darwin.
Sin duda, hay motivos para manifestarse. Pero de ahí a perder los papeles y enarbolar la bandera del ateísmo o el anticlericalismo, por citar algunos, hay un salto que puede llevarnos al vacío.

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