El joven señor dijo a su sirviente: "Prepárame el caballo que he de partir", pero este, viendo que era ya muy tarde, y conociendo las veleidades de su señor, estaba convencido de que en realidad no iría a ningún lugar y que tan sólo era otro más de sus efímeros caprichos de muchacho solitario. Así que se desvió del camino de las caballerizas y se dirigió a la cabaña. Entonces el joven señor, viendo que se retrasaba, fue él mismo al establo, ensilló a un caballo y salió. El sirviente, sorprendido al ver que su señor se disponía a salir, le abordó a la salida: "¿Adónde va el señor a estas horas de la noche?" A lo que el señor respondió: "Lejos, muy lejos de aquí, he decidido dar un sentido a mi vida". El sirviente contestó: "Pero señor, esta es su tierra, ¿no es acaso todo lo que hay en ella el sentido de su vida?” “No alcanzas a entenderlo: el sentido de la vida no se halla en ningún lugar”. El sirviente quedó perplejo: “Ciertamente no entiendo nada”. El joven señor espoleó su caballo y, antes de alejarse, dijo: “No temas: algún día quizá podrás comprenderlo”.
Convencido de que aquello no era más que otro nuevo arrebato místico de su señor, el sirviente volvió a la cabaña.
Pasó el sirviente dos semanas de soledad y angustia por el paradero y fortuna de su señor. Hasta que una mañana, cuando el sol llegaba a su cenit, el sirviente vio aparecer por el horizonte a dos hombres a caballo. Venían a traerle la noticia de la muerte de su joven señor, víctima de una sangrienta querella. En aquel momento, el sirviente quedó bajo el influjo de una gran pena y de un augurio incierto de desamparo, cuando una extraña pregunta invadió su cabeza: "¿Qué sentido tendrá ahora mi vida?" Entonces, como si una luz divina le hubiera ayudado a comprender todo lo que su señor le dijera, se dirigió a las caballerizas, ensilló un caballo y, sin más, partió en dirección al sol, muy lejos de aquel lugar, en busca de alguien que, de nuevo, llenara su vida de sentido.
En relación con esto, Baudelaire dice en su poema EL VIAJE:
ResponderEliminar[...] "Mas viajeros, realmente, son sólo los que parten
por partir; corazones ligeros, iguales a los globos,
que nunca se separan de su fatalidad,
y, sin saber por qué, dicen siempre: ¡Adelante!;
[...]
¡Oh, viejo capitán! ¡Oh Muerte, leva el ancla!,
nos aburre esta tierra; ¡zarpemos, que es la hora!
Si en el cielo y el mar hay negruras de tinta,
los pechos que conoces están llenos de rayos.
¡Viértenos tu veneno, y que el nos reconforte!
Queremos, tanto el fuego nuestros cerebros quema,
descender al abismo, ¿qué importa Infierno o Cielo?
¡Al fondo de lo Ignoto para encontrar "lo nuevo"!