"Y cuando Dédalo, con toda su sabiduría e inteligencia, ufano de su gloriosa ciencia,
vio bajar el sol, descubrió su sombra, negra, aciaga, creciente, voluptuosa, y
entonces entendió que él también estaba allí."

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martes, 4 de octubre de 2011

CRIMEN PASIONAL

José Antonio Nisa

               Inerte en el sofá, estuvo todo el día en hermético silencio, recordando una y otra vez cómo la navaja se había deslizado dentro de aquella hendidura mortal, sin gritos, sin resistencias, a traición. Tras aquel golpe mortal, la furia de los celos se había desvanecido en una calma obtusa y sombría. Ya no tenía nada que temer. Ella descubriría más temprano que tarde que su amante había desaparecido. Y se llevaría una sorpresa.  
Aquel día no reparó en que era la primera vez que el deseo de poseerla le había abandonado, como si su ansia sexual se hubiera derrumbado al tiempo que sus celos. Pero no, no reparó en ello. Antes bien, su mente se debatía entre el sentimiento de culpa y el autodesprecio. Pensaba en la vileza de la condición humana, en el odio insoportable.
Al otro lado de la casa, ensimismada en sus tareas mundanas, ella era víctima de una trémula lobreguez. Sabía que una vela se había apagado en él. Lo había notado en sus ojos. Le resultaba extraño que el mismo día de su cumpleaños él estuviera tan esquivo y tan decaído. Había preparado con tanto esmero su fiesta sorpresa: Dos semanas llamando a sus amigos, a escondidas de él. Y su cómplice. Sí, su cómplice. Ahora que lo pensaba: necesitaba llamarlo urgentemente. Algunos cabos sueltos. Salió al jardín, marcó el número, pero no respondió nadie. Volvió a intentarlo más tarde sin éxito alguno. Extrañamente. Entonces decidió romper el hielo. Él la vio acercarse con cara de circunstancias, y un terror inesperado se apoderó de él.
- He llamado varias veces a tu hermano y no responde nadie. ¿Habrá ocurrido algo?

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