"Y cuando Dédalo, con toda su sabiduría e inteligencia, ufano de su gloriosa ciencia,
vio bajar el sol, descubrió su sombra, negra, aciaga, creciente, voluptuosa, y
entonces entendió que él también estaba allí."

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domingo, 18 de septiembre de 2011

LA ILUSIÓN EN UN GIN TÓNIC

José Antonio Nisa

Sentada frente al enorme ventanal de la cafetería, hundía las uñas en la pulpa de la rodaja de limón que mordía el vaso. Mostraba un aire preocupado y pensativo. Bajo el ceño ligeramente fruncido, sus ojos negros y acuosos dirigían una mirada ácida hacia un punto indefinido del exterior. Una camarera pasó por detrás y miró con extrañeza a aquella mujer solitaria y apesadumbrada. De pronto, el líquido burbujeante y transparente del gin tónic iluminó su pensamiento.
“No puedes retenerme toda la vida. ¿No comprendes que todo esto no ha sido más que una etapa? La vida está formada por etapas y las etapas pasan. Yo nunca perteneceré a nadie, porque soy voluble como el agua. Aunque hierva de pasión, aunque me evapore, aunque caiga desde el cielo y me rompa contra el suelo en mil gotas, aunque me arrastre por entre las mejillas de la tristeza, todo será una y otra vez consumido por el pasado.”
Al cabo de unos minutos, llegó él y se sentó frente a ella. Se rozaron los labios, se tomaron las manos sobre la mesa  y se sostuvieron la mirada en silencio durante largos segundos.
- Ya he tomado la decisión. Se lo diré hoy. Tengo preparado lo que voy a decirle –dijo ella con rotundidad.
- Me alegro por nosotros. Esta situación no puede alargarse más así.
- Y entonces seremos libres, tú y yo, juntos para siempre –concluyó ella con entusiasmo y, al punto, apuró el gin tónic hasta su última gota.
La camarera se acercó y retiró el vaso vacío. Entonces él pidió otro gin tónic y fue como si de repente un enorme halo de luz se posara sobre su pensamiento:
“Ha dicho libre, para siempre. En realidad, yo siempre he sido libre…”

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