"Y cuando Dédalo, con toda su sabiduría e inteligencia, ufano de su gloriosa ciencia,
vio bajar el sol, descubrió su sombra, negra, aciaga, creciente, voluptuosa, y
entonces entendió que él también estaba allí."

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jueves, 1 de septiembre de 2011

LAS VEINTE PUÑALADAS DEL DIABLO

José Antonio Nisa

"La chica emprendió la huida en una carrera despavorida. Él la seguía con tenacidad. Al llegar a la puerta interior del garaje, logró soltarse y ganar algo de tiempo. Con las prisas que le impedían reparar en el vestido rajado, se encaminó hacia el ascensor semidesnuda. Entró y, con manos temblorosas, pulsó el número cinco. Tres, cuatro,... el silencio del edificio reverberaba en el habitáculo del elevador,… cinco. La puerta se abrió. Fue justo cuando, para su espanto, apareció el individuo, interponiendo el pie entre las puertas metálicas.
- Dame el teléfono móvil –dijo, antes de mostrar una sonrisa de vencedor-. No quiero que nadie nos interrumpa.
La chica hurgó en el bolso, revolviendo todo el interior mientras le miraba a la cara con un horror paralizante. De pronto, algo le sacudió la mano dentro del bolso y su mente comenzó a recibir sangre de nuevo. Le entregó el móvil y él se olvidó de ella durante los instantes en que buscó un número e hizo la llamada. Sus manos se serenaron de repente y se volvieron rígidas y fuertes, como si toda su alma se concentrara en ellas. Cuando él terminó de hablar al teléfono, se volvió ligeramente para apagarlo. Aquel movimiento fue la señal que le dio el diablo para entregarse a él bruscamente.
La señora entró en el piso con el rostro exangüe. Había regresado de Madrid aquella misma tarde. Dos horas antes, alguien había utilizado el teléfono móvil de su hija para llamarle y decirle que fuera a recogerla a la quinta planta del edificio Stein. Allí la encontró sentada en el sofá en postura hierática. Al ver a su madre, arrancó a llorar y se arrojó hacia sus brazos.
- Nunca pensé que sería capaz de hacer algo así. Tenía miedo, pero cuando lo toqué vi una luz. Era la única salida. Luego… me llevó el diablo.
Dos policías atravesaron el salón, uno de ellos llevaba entre las manos un punzón ensangrentado envuelto en una toalla.
- Homicidio con ensañamiento.
- No hay duda.”

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