"Y cuando Dédalo, con toda su sabiduría e inteligencia, ufano de su gloriosa ciencia,
vio bajar el sol, descubrió su sombra, negra, aciaga, creciente, voluptuosa, y
entonces entendió que él también estaba allí."

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lunes, 12 de septiembre de 2011

PENSAMIENTOS PERNICIOSOS Y EXTRAÑOS SOBRE TV

José Antonio Nisa

El joven se había colocado en un rincón de la habitación, enroscado en el silencio que imponía el foco de la televisión. El noticiario daba sucesos horrendos que acaecían sobre “vidas inocentes”: violadores, bandas organizadas de rumanos, gitanos expulsados, la nueva droga de diseño que hipnotiza a las inocentes muchachas incautas, y un etcétera de igual enjundia. Miró entonces las caras que estaban a su alrededor y entendió que el pánico y la intranquilidad se habían apoderado de ellas. El horror retratado en las caras parecía alarmarse de la perversidad del ser humano y de todas las barbaridades que este es capaz de perpetrar, todo lo cual le daba un poco de risa. Aquellas no eran noticias útiles, ni bellas, ni agradables, ni exquisitas, ni instructivas, ni prácticas, ni recreativas, y sin embargo allí estaban todos, parte de la masa, de esa masa obnubilada que jamás es preguntada por sus gustos o deseoos, que jamás manifiesta ningún interés por aquello, sino que simplemente lo ve y lo absorbe, como las aves que picotean el trigo depositado en la ventana de los comederos, día tras día, hora tras hora, en una explotación intensiva de las emociones.
Se levantó para correr la cortina y dejar que el aire le refrescara la cara y los pensamientos. Pero aquello no se produjo. Antes al contrario, una tristeza inesperada sacudió su cuerpo al pensar que, más allá del espacio real de la habitación, existían unos envenenadores de mentes a quienes les importaba un rábano que la gente se entretuviera, se instruyera o que fuera desgraciada, y que lo único que les interesaba era minarla de miedo para que así, con la amenaza del terror siempre al acecho no despegara la vista de aquellas pantallas, como el centinela al que siempre tienen en alerta con la amenaza de un ataque sorpresa.
De pronto alguien cambió de canal: Una mujer desconocida con el ceño fruncido y el labio encogido hablaba agriamente sobre otra mujer igualmente desconocida. Las cámaras ponían el foco en el tatuaje que esta tenía sobre los flecos de la piel. Un comentario jocoso sonó del otro extremo del sofá. De nuevo otro cambio de canal. Las palabras de un político tranquilizaban a un periodista, el oponente lanzaba un órdago, la presentadora sonreía,… Todo parecía dispuesto para alcanzar los fondos humanos y ser olvidado al instante. De nuevo más sucesos. Minuto a minuto las noticias se iban desgranando: hubo intento de linchamiento a un violador al que la policía protegía en su entrada a la cárcel; aquel mismo día otro policía corrupto que violaba prostitutas salió en libertad bajo fianza. Las cámaras mostraban su cara antes de entrar en el coche. Un atrevido periodista logró introducir el micrófono en el coche para preguntarle si les obligaba a hacerle felaciones. Cosa importante.
Anuncios. Faltaban sólo diez minutos para que diera comienzo la teleserie favorita. Para su asombro, en lo que debía de ser un instante de solaz, los congregados comenzaron a hablar de los anuncios, inquietamente, saltando unos sobre otros, inquietos ante la inminente serie, como los pollos cuando se abren las tolvas y sale el trigo. De todas formas, la pantalla está hecha a prueba de picotazos, se dijo. Y sin que nadie lo percibiera se levantó y se escurrió hacia el baño. Allí encendió un cigarro y quemó de una bocanada todos aquellos pensamientos perniciosos y extraños. Como él mismo.

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