José Antonio Nisa
Entre las estrellas que yacen en el fondo del mar, repantigadas sobre las piedras, unas, arrastrándose sobre la arena, otras, iluminadas por las luces espectrales de las tinieblas, se hallaba tumbada una falsa estrella, agitándose con ardor, soñando con ser una de las verdaderas el día en que el movimiento encadenado de sus cinco brazos consiguiera entonar su misma melodía. Un día, para su tristeza, vio cómo las otras estrellas dejaron de mirarla. Fue entonces cuando, cansada de fingir, por fin abjuró de su propio engaño, subió a la superficie, y de nuevo comenzó a respirar, como los demás corazones.
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